jueves, 28 de enero de 2010

Hombres de Sigmar!

El estruendo de la bala de canon impactando en las filas de Orcos despertó de su sopor al joven Capitán Stefan Von Castel, que vio como una decena de pieles verdes volaban por los aires hechos pedazos. -Sargento Kruger, ¡Fuego!-ordeno Stefan al líder de los arcabuceros-Instantes después una ráfaga de plomo se estrello en una unidad de Orcos vestidos con armaduras negras que corrían a toda velocidad hacia la línea de batalla Imperial. –Preparaos para el impacto, soldados-grito el Capitán Von Castel a sus hombres- se oyó el sonido del acero al contacto con el cuero de las fundas.

Segundos después todo se convirtió en un caos alrededor de Stefan; los golpes iban de un lado a otro, los gritos de agonía inundaban el aire como un torrente de dolor, mientras los Orcos atacaban las defensas imperiales. Cuando un tajo de rebanadora reboto en su hombrera Von Castel volvió a la realidad de súbito y con un rápido movimiento de su espada corto el brazo de su oponente del codo hacia abajo haciendo brotar la sangre a borbotones, luego le remato con una estocada en el musculoso pecho.

-¡Kruger, dad la señal, ahora!-ordeno el capitán-una flecha de fuego surco el cielo como aviso del Apocalipsis próximo a acontecer. Momentos después el campo de batalla fue testigo de la aterradora aparición de decenas de caballeros embistiendo a los pieles verdes. Los Orcos se vieron sorprendidos en su flanco pues la Reiksguard les atravesó como un cuchillo caliente a la mantequilla, dando estocadas con las lanzas y con sus monturas dando coses y aplastando con sus pesuñas a los asustados enemigos.

Stefan vio con deleite como los invasores vacilaban y comenzaban a retirarse al valle próximo-Preparad mi caballo, ordeno a su sirviente-les cazaremos mientrás están desorganizados.

Hombres de Sigmar, seguidme, ¡será una noche larga para los enemigos del Imperio!

jueves, 14 de enero de 2010

Historia : Los hijos de russ by mateo cano

Ragnar disparo su pistola bolter mientras se lanzaba hacia delante y la bala impactaba en el casco de un Guerrero de Hierro, el cual produjo un ruido sordo al caer al suelo del Bunker. Los Marines Espaciales del Caos ocupaban una fortificación en la cima de una colina, con dos torretas artilladas con Bolteres pesados en cada extremo; un gran desafió para los Lobos Espaciales. Ragnar y sus compañeros de manada llevaban siglos combatiendo en nombre del capitulo y del Emperador, ¿Cómo podían estos traidores siquiera pensar que podían resistir la furia de los hijos de Russ?

Ragnar volvió a disparar y continuo corriendo a la vez que aullaba como un loco, sus lobos hicieron lo mismo y mientras avanzaban respondieron a su aullido con un fuerte ¡auuuu! Los disparos volaban en todas direcciones y hendían el aire como mordeduras de víbora. Ragnar alcanzo la trinchera del Bunker y se abalanzo sobre el primer enemigo partiéndole a la mitad con su colmillo de hielo, sus Guardias del Lobo le siguieron cuchillas relámpago en mano acabando uno a uno con los siervos de la disformidad y haciendo retroceder al resto al interior de la fortaleza. – ¡Están atrapados! grito Ragnar – adelante hermanos.

Ragnar coloco otro cargador en su pistola bolter y conecto una estocada en el pecho de un Guerrero de Hierro matándole al instante. Saco la espada del cadáver, y se abalanzo sobre otro enemigo pero recibió un disparo en el pecho que le hizo perder el equilibrio y tuvo que rodar por el suelo para evitar ser alcanzado por el hacha sierra de un paladín elegido que se clavo en el suelo al fallar su blanco, Ragnar se levanto rápidamente y le dio la paz del Emperador al traidor con un tajo de su espada, aulló triunfante y en una mueca casi sádica ordeno a sus hombres tomar el resto de la colina.

por : mateo cano

Historia: Alesh by mateo cano

Alesh disparo su rifle monofilamento a un defensor matándole al instante, mientras ordenaba a una escuadra de Guardianes avanzar hasta el edificio en ruinas. El campo de batalla era una mezcla de un alboroto insoportable y la más grande tensión mientras los Eldars asaltaban el fuerte Orko

Los pieles verdes respondían desesperadamente a la ofensiva con descoordinadas ráfagas de akribillador mientras más y más Guardianes se les acercaban. De repente, la puerta del fuerte exploto en mil pedazos y de ella surgieron Gunask, el temido kaudillo de la horda, y su sequito de Noblez dando alaridos y disparando sus piztolaz a diestro y siniestro. Alesh volvió a disparar y derribo un Noble de un disparo en la cabeza, acto seguido desenvaino su espada de energía y con un enérgico grito ordeno a su escolta cargar. Ambas escuadras chocaron en el centro de la batalla, rodeados de una nube de confusión y alaridos de dolor de ambos ejércitos.
Un Noble se abalanzo sobre Alesh balanceando una enorme rebanadora sobre su cabeza y gritando algo en idioma Orko, pero este previo el ataque y se hizo a un lado mientras el arma se clavaba en el suelo, con un rápido movimiento de su espada el autarca rebano el cuerpo del Orko en dos. Otro piel verde le lanzo una cuchillada pero fue interceptado por la espada de un espectro aullante y fue luego rematado por otro.

Gunask, al ver su ejército muerto o agonizante, y al estar rodeado de enemigos, decidió tener una muerte digna de rememorar. Inmediatamente cargo contra Alesh blandiendo su rebanadora, el autarca no alcanzo a esquivarle a tiempo y fue lanzado por los aires por la fuerza del impacto. El Kaudillo le lanzo una patada directo a la cabeza pero el Eldar logro esquivarla al levantarse rápidamente. Alesh contraataco golpeando el torso del Orko con gran fuerza y la sangre comenzó a brotar a borbotones de la herida. Gunask, se rió de su propio dolor y se preparo para volver a atacar. De repente, una espada surgió del pecho del enorme piel verde, y ante los atónitos ojos de este dos mas atravesaron su torso y vientre. Gunask soltó su rebanadora y contemplo impotente como la fuerza de sus músculos le abandonaba, y con el sonido de un grito espectral aun en sus oídos, el kaudillo se desplomo inerte en el suelo mientras más y más espadas entraban y salían de su maltrecho cuerpo.

por : mateo cano